Probablemente lo primero que pensamos cuando una mochila está muy pesada es… ¿qué carga?, ¿está muy llena?, ¿con qué? Y si está tan llena… ¿hay todavía lugar para algo más? ¿Hay quizás algo de ella que se pueda dejar afuera para no ir tan pesado? ¿O repartir un poco el peso para que sea más fácil cargarla?
El abecedario de anécdotas que propone Natalia en este libro busca abrir y mirar un poco dentro de algunas de esas mochilas. Mochilas que cargan los niños y niñas que transitan las escuelas y en donde los/nos encontramos. Es un recorrido hecho con mucho cuidado y respeto que constituye una lección de vida válida para cualquier ser humano. Y para quienes transitamos los espacios desde el rol docente, seguro cale aún más hondo, si eso fuera posible.
El mérito de esta escritura es el haber compilado esos momentos y proponerlos en esta edición para ser compartidos con quienes lleguen a estas páginas. Eso conlleva una generosidad enorme y también la asunción de una vulnerabilidad que muchas veces resulta difícil de aceptar para quienes ejercemos la docencia, si bien es crucial poder hacerlo, para entendernos también como seres incompletos y en búsqueda.
Es imposible pensar la enseñanza y el aprendizaje por separado, como si quien enseñara no estuviera aprendiendo necesariamente en ese mismo acto. Pichón Riviere llamaba a este proceso “Enseñaje”, la conjunción única y fundamental que reúne a quienes constituyen el acto de aprendizaje y enseñan y aprenden por tanto a un mismo tiempo y desde cada lugar propio. Y eso excede los contenidos conceptuales para rebalsar hacia otras áreas más allá del saber enciclopédico y probablemente también nos excedan como sujetos en algún punto, o excedan el rol, aún formando parte del mismo. Ser docente es confiar, brindar-se, es poner nuestro ser entero a disposición, es estar y entender que educar no se trata sólo de impartir conocimiento, sino de guiar, acompañar y también dejarnos transformar por otros.
En esos otros sin quienes es imposible todo acto de aprendizaje y emancipación, aparece la idea de que todo encuentro es un reencuentro. Y si asumimos que eso es así, entonces podríamos empezar a ver a la escuela ya no sólo como un espacio de conocimiento, sino también como lo que mayormente es, un espacio de RE-conocimiento. Un reconocimiento que aparece conjugado en múltiples formas y tiempos e implica reconocer-los y reconocer-nos, como acto de amor.
Este amor debería ser entendido como ternura de apertura hacia un otro y a su vez, el sostener esa ternura como un acto necesariamente valiente y de toma de posición. Dice Fernando Ulloa que “hablar de ternura en estos tiempos no es ninguna ingenuidad. Es un concepto profundamente político. Es poner el acento en la necesidad de resistir la barbarización de los lazos sociales que atraviesan nuestros mundos”. Aquí se trata de apostar a la comprensión desde la ternura y al acompañamiento para cargar esas mochilas, sin juzgar la carga que puedan traer dentro y sin asustarse de cuán pesadas puedan ser.
Hay un antiguo cuento sobre unos nómadas que vagaban por el desierto y se encontraron con alguien a quien convidaron agua. En agradecimiento, aquella persona les pidió que tomaran todos los guijarros que quisieran y que al día siguiente sentirían ellos una gran alegría y una gran tristeza. Aquellos hombres, sin entender demasiado, hicieron caso, tomando algunos para no ofender a quien los había ayudado y llenando apenas en parte sus alforjas. Pero a la mañana siguiente, descubrieron que los guijarros se habían transformado en diamantes y sintieron una gran felicidad pero también una gran tristeza, por no haber aprovechado y tomado más. Así, muchas veces hay pequeños gestos que pueden parecer simples guijarros y podemos en ese momento no darles mayor importancia o no entender lo mucho que significan. Pero a futuro se convierten sin dudarlo en diamantes que llevamos con nosotros.
Estoy segura de que en cada relato por cada letra que contienen estas páginas hay infinidad de chicos y chicas que dieron y tomaron mucho de esos encuentros con sus docentes, aún sin saber todo lo que se jugaba en ese intercambio. Pero nosotros ¿estamos listos para tomar en la misma medida? Si es así, el primer paso está cumplido y a continuación hay muchísimos de esos tesoros (o diamantes o guijarros) de valía infinita, en cada anécdota que repasa una historia y se multiplica abriéndose en muchos posibles encuentros a futuro. (del Prólogo de de Brenda S. Berstein)
Una mochila muy pesada
Natalia Mignacco.
– 1a ed. – Junín : Rama Negra, 2020.
130 p. ; 20 x 14 cm. ISBN 978-987-4933-12-6
1. Educación Secundaria. 2. Adolescencia. 3. Relatos. I. Título.
CDD 373.18
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